
En son de paz
Un buen día tentado a planchar los jeans. Un buen día tentado a cortarlos a la altura de la rodilla. Isabella dice “las impresoras nos odian”. Yo le digo, Isabella, qué buen aforismo o lo que sea. Pienso mal de la gente que puede estar horas dentro de la piscina sin mojarse la cabeza. Como vos. Como yo.
Nos separa la luz y el sonido de la respiración debajo del agua. O del corazón. O de las impresoras. Ah, la palabra que buscaba más arriba era “apotegma”.
Vine en son de paz, luego cambié de opinión.
Marino
Lo bueno del mar es
cuando nadie se ahoga.
Pasó ayer pero
lo cuento hoy
mientras escriben
ellas un nombre
en la arena
con un palo que vino
flotando entre bolsas
y hojas y pipas.
Escriben hoy
lo que conté ayer
la monotonía tiene un borrador
que llamamos olas.
Son estas que te hacen
cosquillas en los pies
y luego se van.
Son estas que borran
los pies o lo que alcancen.
Lo que el mar toca
le pertenece.
En otro orden de cosas
Las ratas se comieron
el alimento de los pájaros.
Me obligás a decir de nuevo
“te lo advertí”.
No bien sale el sol
hay que pensar en
las tres comidas del día.
Cada lunes empieza
una nueva vida
vivo entonces
la semana anterior
sin dignidad.
En agitadas discusiones
imaginarias
se nos fue el año.
Te lo advertí.
La memoria y/o las estrellas
son luz envejecida.
Iluminan, apenas,
ese lugar donde una
llama a los suyos
desde la puerta
y termina una tarde
y el plato nunca se enfría.
No necesariamente en este orden:
Las ratas
El alimento
Los pájaros
Una boda, un domingo, el fin del verano
A las 11 a.m., con los primeros en llegar, se descorchará la botella inaugural (a lo largo del día el arco democrático del vino cubrirá desde cosechas 2004 hasta cajas de tetrabrik). A las 11 p.m., ya en su casa, demasiado cerca del lunes, herido de gravedad por la bala lenta del alcohol, el último en haberse ido repasará, en diapositivas mentales, el primer domingo de marzo: el sol trazando su línea de 180 grados en cámara lenta; la multiplicación del pan y las reses; la montaña de zapatos revueltos en la entrada de la casa; la imagen de alguien, mitad del cuerpo dentro de la refri, buceando por cervezas; un guiso prodigioso preparado con ingredientes de una galaxia muy lejana; el recuerdo de los extensos y turbadores segundos en que sostuvo contacto visual con un perro; y el efecto dominó de la reproducción materializado en aquellas niñas que se bañan chingas en la piscina.