
1. Actuar el ser, es todo lo que se trata de hacer cuando se cuenta.
2. Actuar y ser es la misma cosa. Excepto que se puede dejar de actuar. Pero entonces, se vuelve aburrido.
3. Dejar de ser, no se puede. No hace parte de la actuación.
4. Hay que ser para actuar, y hay que actuar para ser.
5. Dejar de actuar es todavía ser, pero es estar fuera de juego.
6. Cuando se actúa, se es.
7. Cuando se actúa, se es más que cuando no se actúa.
8. Ser nada no es actuar, es una aporía.
9. Ser nada no es actuar, pero se puede actuar a ser nada.
10. Ser nada no es no ser.
11. No ser no es.
12. Ser nada, es estar fuera de juego. Es muy difícil ser nada. Más difícil que ser todo.
13. Ser algo, es estar en la actuación.
14. Ser algo o alguien. En alguna parte.
15. Contar es dar la impresión con palabras de poder ser todo.
16. Suscitar impresiones con palabras, es todo lo que se debe hacer.
17. Todo es palabra. Excepto el león que se le desaparece a uno con la pierna.
18. La actuación es una ficción, entonces no es cierta. Y las impresiones que deja el cuento tampoco lo son más.
19. El cuentista es aquel que relata siendo todo siendo todo.
20. El cuentista es aquel que juega a ser todo lo que está en su cuento.
21. El cuentista es un actor. El acto del actor es la técnica del cuento. El actor cuenta siendo.
22. El actor actúa a ser, y, actuando, cuenta su vida.
23. Los imaginarios del cuento, el actor los actúa, dando la impresión que ellos existen, y no él. Es su actuación. Es lo que hace que él exista, y no ellos.
24. Las palabras, el actor las pone donde ellas van.
25. El actor es un lugar donde las palabras existen.
26. Las palabras no salen de la boca del actor. Las palabras habitan en el actor, que no tiene piel.
27. El actor no dice, no habla, cuenta. Contando, es. Siendo, actúa.
28. El cuentista es un oidor de palabras. Cuando oye las palabras, es porque ellas están donde van. Cuando las oye mal, las desplaza, busca el lugar donde van.
29. A veces el cuentista cree oír una palabra en otra parte distinta a un cuento. Dice: oí esa palabra, no está en un cuento, pero está donde va. Esa palabra está en un cuento.
30. El cuentista hace ver cosas que no existen, que se parecen a cosas nunca vistas de las cuales se puede tener la certeza que existen.
31. Un buen cuento es un cuento cuya escucha deja la impresión de que es increíblemente como. Es esa su paradoja.
32. Lo increíblemente como del cuento, claro que sí. La representación de una cosa que no es nada más que su representación.
33. El actor no existe sin cuento, es inventado por él.
34. Si el cuento sobrevive al cuentista, entonces el cuentista es inmortal.
35. Enuncia el alarido que hace ser al cuento lo que hay en el cuento.
36. Actuar el cuento es ponerse a su servicio.
37. Encontrar en el cuento la disposición necesaria para actuarlo. Para hacerlo ser ahí donde debe.
38. Del mismo modo, el cuento es la representación menos aproximativa de la disposición del cuentista para actuar su vida.
39. El oído del actor que cuenta es un ídolo que sabe hablar.
40. El cuentista oye las palabras. Su disposición crea un espacio en el que ellas vienen: el cuento es su terreno común.
41. La disposición del cuentista llama a las palabras, que llaman a las palabras, que se congenian y hacen el cuento. El trabajo del cuentista es estar dispuesto.
42. Humildad frente al cuento que será. Obedecer a la exigencia del cuento es aceptar convertirse en más que uno mismo.
43. Es cuando no se ve que el actor actúa de veras.
44. No verse, es todo lo que cuenta cuando se actúa.
45. Se les dan cuentos a los actores, se codean con la grandeza, creen que es la suya, luego actúan sin cuento y caen. Lloran. El actor vanidoso cae. El actor generoso destaca en el cuento. Grande.
46. Esposo mayor de la forma del cuento, el actor toma el cuento como forma.
47. El actor es la forma del cuento.
48. La grandeza del cuento y la grandeza del cuentista son una sola cosa. Una mezcla resplandeciente que vuelve imposible la decisión del oyente de atribuir al actor o al cuento la impresión de grandeza que siente.
49. El cuentista está en la oscuridad. Busca la luz del cuento, pero está en la oscuridad. Actúa en su cuento su vida cada vez que retira su piel para ser visto, tal y como en su cuento toma forma.
50. El cuento no es nada si no es el término exacto de la disposición. No tiene honestidad. Es complacencia.
51. Publicar el cuento es darle muerte.
52. El cuento vive en el cuentista. Cuando el cuentista publica su cuento, el cuento muere. La fe del cuentista está en la resurrección de su cuento.
53. El carácter sorprendente viene de la claridad de la imagen producida por un texto hermético.
54. Al final de contar, realmente al fin, está necesariamente el cuento, es matemático.
55. El efecto del cuento es el cuento.
56. No buscar el cuento haciendo otra cosa, buscar el cuento contando, el cuento llama al cuento, es su propia ejecución, es la evolución de lo que es sin comienzo, es el cortejo de lo que hay y no avanza y no cesa y no va hacia un final.
57. De acuerdo con dejar correr el rumor de que algo puede ser dicho.
58. Decir las cosas con fuerza, sacándolas a la luz que necesariamente viene de la palabra que pasa a través del cuerpo del actor.
59. No se trata de avanzar sino de ir rápido.
60. Ir contra lo literario.
61. El actor durante la acción de contar, logra hacer desaparecer el teatro y él mismo y aquellos que están ahí para oír; y aquellos que están ahí para oír tienen cuentos que vienen por su parte a eliminarlos para su más grande felicidad.
62. En el juego auténtico de contar, la profusión auténtica de la vida. No provocar efectos, oponerse a todo efecto. Luchar contra lo literario.
63. Paradoja del comediante, paradoja del escritor, es la misma cosa: se trata de la disposición que se necesita para la ejecución de la palabra; de la insensibilidad necesaria para hacer nacer la emoción.
64. La única emoción que cuenta, la alegría.
65. No que Aristóteles no tenga razón con el asunto de la catarsis, al contrario, la catarsis es el asunto mayor del arte. La purga de emociones tales como el temor y la piedad es precisamente fuente de profunda alegría. La grandeza que se le reconoce al arte de alegrar a pesar de la mezquindad de lo que pinta.
66. Producir la absoluta claridad de la vida, es todo de lo que se trata. Alcanzar con fuerza la sensación, producir la emoción a través de la música de la vida. El actor que relata no está ahí para producir libros cuya meta es ser leídos, es decir, acumulados. El actor que relata está ahí para producir un texto en el que desfila la palabra viva del hombre.
67. La mayoría de las veces, fracasa.
68. El libro no da una historia de más para devorar. El libro no es un asunto de más, un objeto de más. Pero es cierto que con un libro, se tiene un objeto para vender, el cual, en tanto que objeto, es semejante a todos los demás. En el comercio, algunas veces se pretende que el libro es diferente de los otros objetos que se venden: no lo es.
69. Pero a veces el libro es portador de la literatura. Pero, a pesar de ser portador de la literatura, el libro no se vuelve diferente de los otros objetos que se venden.
70. La literatura no es un conjunto plano de cosas parecidas. Habría una diferencia entre lo que es sagrado y lo que no lo es. El texto sagrado es el texto de la verdad. El texto en que desfila la palabra viva del hombre tiene el tenor del texto sagrado. No es un asunto de historia, espacio, acción, no acción, etc. Es un asunto de afirmación viva del hombre que habla. El texto busca su inscripción en el cortejo que lo hace. Eso no tiene importancia. Su fuerza consiste en revelarse a través de la palabra viva que lo sostiene, dar a entender que la palabra está viva y que existe el hombre por el cual ella pasa. Su fuerza está en la vida de esa palabra de hombre que pasa.
71. El hombre es un relevista de la palabra. Es por eso que el efecto del cuento debe ser el cuento. El libro está ahí para permitir el transporte. La literatura, el arte, los grandes textos, es lo que renueva la palabra viva del hombre; es lo que tiene por efecto de decir.
72. Los grandes textos hacen hablar.
73. A causa del decir, los grandes textos incitan a examinar la palabra viva del hombre. Mientras que las historias muertas acarrean la muerte, es decir, no son más que acumulación de objetos. Se entiende entonces por qué la transmisión de la palabra por los cuentistas es tan importante. No es la historia contada por el cuento lo que cuenta, sino la palabra. Lo que transmite el cuentista es la palabra que será retomada por el siguiente cuentista.
74. El siguiente cuentista transforma el cuento pero conserva la palabra.
75. Todas las obras que se inscriben en lo que se llama la gran literatura son el resultado de cuentistas siguientes. Es por eso que el actor no tiene importancia.
76. Es por eso que los grandes autores hacen siempre el mismo libro.
77. Relatar una historia de la cual habría que entender algo no es un gesto inmediato. Relatar una historia que es el signo de la actuación del que la relata no es tampoco un gesto inmediato. La única verdadera inmediatez, aquella del ensayo, aquella enunciada en la Guía de la visión para uso de aquellos que no vemos.
78. Aquel que revela lo que ha vivido no fascina por sus vivencias sino por el gesto de su revelación, que pasa de moda. De la misma manera, contar lo espantoso conlleva a una acumulación que priva a lo espantoso de su valor. Solo queda la fuerza de la acumulación, que pasa de moda.
79. A partir del momento en que el dominio perfecto de la forma es sentido, la historia aspira a desaparecer, y el placer es aquel de la forma que actúa a ser historia.
80. Es inimaginable, pero, si la forme carece de historia, la ausencia de historia se vuelve indignante y el aliento parece extinguirse. Se necesita la historia. Ella soporta la forma. Y la forma es el estilo de la revelación que provoca todas las sensaciones.
81. Al cabo de cierto número de tentativas de agotamiento del cuerpo entero, necesariamente situado entre tres y nueve, el texto flota y da vueltas alrededor y encima de nada y como por él mismo se agarra después a una nada que hace aparecer la historia.
82. Es así como el texto encuentra su ritmo y toma su velocidad de marcha.
83. Que hagan entrar El mostrador de cosas pasadas.
84. Que hagan entrar El gran director de cosas en jefe.
85. Sabrás qué es lo que se necesita, de qué se trata, cuando pase por tu oreja. Haz imágenes, deja de escoger, de discriminar. Como si pudieras ser el juez de las palabras que vienen. Si vienen, es porque van; si van, es porque están ahí donde van.
86. Grupo de Cadavéricos. Grupo de chóferes de pie. Grupo de cautivos. Grupo de limpiadores. Los taburetes están arriba. Buscar el acorde. Dar los nombres que hacen lugares. Decir todo por nada.
87. El guardarropa en el muro sur, la cabeza al este, el hermano al norte, la puerta al oeste. Tal es la habitación en la que te vuelves grande. Cuando la puerta estaba abierta, tu mirada podía salir de la habitación, tomar el corredor y franquear la cocina iluminada, luego detenerse en el muro suroeste, entre la nevera y la estufa, sobre un pequeño extremo de mostrador donde se encuentra la radio. Pequeño artefacto con estuche de plástico blanco, dos botones, uno pequeño para encender y ajustar el volumen, otro más grande, el sintonizador. Los números que indican las longitudes de onda están dispuestos alrededor de ese gran botón que hace girar una raya roja, único color vivo del aparato. El parlante está disimulado por un rectángulo de tejido marrón que brilla a ciertas horas del día. Ya, en esa época lejana, cuando los pantanos acompañaban multitudes de barrios residenciales y que las vacas venían a pastar detrás de las casetas de las primeras propiedades al extremo de Dubose, el gordo que, el gordo Bola de Nieve oficiaba en la radio. Ya estaba asqueado y eso llamaba la atención, se consideraba entre los pueblerinos y tú lo escuchabas. Y tú eras un pueblerino entre los pueblerinos y la voz del gordo Bola de Nieve asqueado anunciaba las rebajas directamente desde los vendedores de alfombras y lonas o directamente desde los modistas que no medían nada pero daban como prima cinturón, corbata, calcetines, camisa, zapatos, con la compra de un traje, cinturón, corbata, calcetines, camisa, zapatos, llamaban a eso el siete por uno, por más que contaras, nunca lo lograbas. El gordo Bola de Nieve.
88. Recuerdo del hombre con la pata de palo. Recuerdo de la niña que más tarde puta. Recuerdo de los transportadores de lisiados. Recuerdo del corredor orgulloso. Recuerdo de su hermano con los intestinos atascados. Recuerdo de la belleza de su hermana crespa. Todos aquellos que mueren. Todos aquellos que tienen una vida que tu conocerás.
89. Es siempre la verdad que decide si el decir es o no.
90. Tengo todos los errores en la boca y la lista de muertos en la mano, y la palabra es infinita.
91. Cita en el Salón de los Corrosivos.
« Corrosivos » es una serie de noventa y un enunciados publicados por la primera vez en el número 277 de la revista Liberté en 2007. El autor mezcla allí su arte con el del actor y el cuentista.