
UNA ENTREVISTA A
POR
Traducción de
Suele afirmarse que, en términos generales, los franceses ya no leen literatura latinoamericana. Salvo algunas excepciones (pienso en Roberto Bolaño, por ejemplo), parece como si las nuevas generaciones no mostraran ningún interés por lo que se escribe en este continente. ¿Qué piensas de esto?
Mi punto de vista sobre esta cuestión es doble y en cierto modo paradójico: por una parte, es cierto, tengo la impresión de que las nuevas generaciones no se sienten automáticamente atraídas por la literatura escrita en América Latina, y sin embargo.... tan pronto como las confrontamos con ejemplos de esta literatura, el interés se vuelve inmediatamente real, e incluso impresionante. Si analizamos detalladamente estas cosas, nos damos cuenta de que el interés "automático", "normal", casi siempre está dirigido a la literatura estadounidense, escrita en inglés (cuando no se limita, simplemente, a cosas francesas…), y casi nunca a lo que se está haciendo o se ha hecho en México, por ejemplo, y ya ni hablemos de Centroamérica…. Los poetas de mi generación (es decir, las francesas y franceses con más de treinta o cuarenta años) a menudo sienten fascinación por lo que pudo haber escrito Bukowski, por ejemplo, pero también podríamos mencionar a Kerouac, Fante, Brautigan, Carver, Ginsberg, Burroughs, etc. Por otra parte, en cuanto a tener una conversación sobre Octavio Paz, la cosa es mucho más difícil, a pesar del poder deslumbrante de un texto como "Piedra de sol", por ejemplo, aun cuando este autor tuvo al menos la suerte de haber sido reconocido con el premio Nobel…. Ni siquiera me atrevo a mencionar lo que sucede cuando menciono a excelentes poetas desconocidos en Europa como Luis Alfredo Arango (de Guatemala) o Clementina Suárez (de Honduras)… Partes enteras de esta literatura permanecen por el momento en la oscuridad, como una tierra virgen por descubrir, por recorrer y compartir.... Y es precisamente el interés que percibo en Francia cada vez que traigo una pepita de este universo lo que me da la energía para proseguir con semejante trabajo. El entusiasmo que he sentido frente a las traducciones que he podido hacer, por ejemplo, de Regina José Galindo (poeta guatemalteca), Alberto Blanco (poeta mexicano) o Miroslava Rosales (poeta salvadoreña), me lleva a pensar que el abrumador reinado de la literatura anglosajona no tiene nada de inevitable y fatal, sino todo lo contrario… Muchos poemas centroamericanos desconocidos (desconocidos en Francia y a veces también en Centroamérica…) nos conmueven tanto o más, a veces, que Charles Bukowski o Kerouac, esa es la verdad… Sin querer con esto crear una dolorosa rivalidad entre mundos y culturas, una competencia inútil e insana entre todos estos autores a los que considero importantes y estimulantes, en cualquier caso. Simplemente me parece lamentable que el interés no esté mejor repartido y no sea un poco menos respetuoso frente a la hegemonía anglosajona. Es por eso que me esfuerzo, dentro de mis posibilidades, en dar a conocer esta poesía latinoamericana magnífica, mucho menos formal que la francesa, y cargada de una intensidad vital que va directo al corazón, sin desvíos, como una flecha. (Se me dirá, no sin razón, que mi interés por este continente es también etnocéntrico, obsesivo a su manera, y que hay otras poesías vitales por descubrir en Hungría, Turquía, Asia, África.... La tierra es vasta, los idiomas numerosos y la vida es, desgraciadamente, muy corta. Es un hecho que nunca podremos conocerlo todo, y especializarse en una región determinada es sin duda necesario, si queremos dejar atrás esa primera fase de exotismo para ver vibrar, detrás de las apariencias, el espesor palpitante de todo un mundo).
En tu trabajo como traductor puede percibirse una cierta predilección por la literatura centroamericana. ¿Por qué y cómo llegaste a ella?
Fue un poema que me llevó a Centroamérica: "Síncopes" (en francés: "Syncopes") del poeta guatemalteco Alan Mills, que ahora vive en Berlín. Este texto llegó a mi buzón hace unos diez años, enviado por la traductora Alba-Marina Escalón, que acababa de traducirlo al francés y me preguntaba qué pensaba de él. ¿Qué pensaba?… digamos que ese texto simplemente cambió mi vida, en el sentido de que me abrió una nueva y fantástica geografía mental. Siempre había viajado mucho (particularmente a Rusia, a Bosnia o a Turquía) y me gustaba descubrir otros mundos, otros idiomas, pero aquello... "Síncopes" fue un choque porque simplemente me reconciliaba con la posibilidad de escribir poesía, ya que, ciertamente, había terminado dudando de la poesía a fuerza de leer lo que se escribía de blando, de soso, de pretencioso o de hermético en Francia (tanto mi visión como el resto de las cosas han evolucionado desde entonces, créeme), mientras que allí... Allí, tenía bajo mis ojos una escritura conectada con la vida, o más bien, con las vísceras. Algo así como un Soutine (mi pintor favorito) o un Pollock escupido por todas partes con una vitalidad de imágenes poéticas y sensaciones eléctricas, a tal punto que no pude evitar contactar a Alan Mills y visitarlo en Guatemala un año más tarde, después de haber tenido la oportunidad de leer en bilingüe con él en el Museo del quai de Branly de París en el otoño de 2008. También fue una oportunidad para conocer a otra persona muy importante en cuanto a mi relación con Centroamérica: el pintor Erick González (cofundador del blog internacional Fuego del fuego), que me invitó y me permitió encontrarme allí, en esos bares concurridos bajo volcanes, con toda una serie de artistas emocionantes y que hablaban español, por supuesto.... un idioma que manejaba mucho menos en aquella época y que me apresuré a estudiar para poder descifrar todos los libros que me ofrecían generosamente, y que en su mayoría contenían poemas poderosos, furiosos, sencillos y obvios, como cortes en el hígado a cada verso. Todo esto, desgraciadamente, seguía siendo desconocido en Francia, y de ahí la idea de ponerme a traducir poco a poco para inventar un puente entre estos dos mundos totalmente separados, o casi: al principio, esencialmente el mundo poético francés y el mundo poético guatemalteco, antes de conocer a otra persona esencial en cuanto a mi relación con Centroamérica: el escritor, periodista, y también poeta José Manuel Torres Funes, que inmediatamente comenzó a colaborar con Fuego del fuego con sus propios textos y los de otros autores hondureños poco conocidos en Francia, como el excepcional Roberto Sosa, que puede leerse si uno busca bien en Fuego del fuego. En resumen, y para concluir, diría que mi relación privilegiada con Centroamérica proviene de todos estos encuentros humanos y poéticos, y añadiría, para cerrar, que el relativo anonimato de todos estos autores en Francia refuerza el deseo que tengo de traducirlos, porque si América Latina sigue siendo poéticamente discreta en Europa, en lo que respecta a estos pequeños países centroamericanos, la cosa es incluso peor.... No solo existen muy pocas traducciones de estos poetas (lo que obviamente añade sentido al hecho de dedicarse a este tema), sino que sus países de origen son también casi desconocidos a los ojos de la gente.... Intente, por ejemplo, preguntarle a alguien en Francia cómo se llama la capital de Honduras, y pocas personas le dirán Tegucigalpa. Y luego pídale que le mencione el nombre de uno de los tantos poetas furiosos que lucharon con la pluma durante el conflicto armado guatemalteco y difícilmente le mencionarán a Mario Payeras, Otto René Castillo o Manuel José Arce. Uno de los pocos que logró cruzar el Atlántico fue un salvadoreño con un destino oscuro, publicado por la editorial parisina Le Temps des cerises: Roque Dalton (Aunque también habría que mencionar al guatemalteco Miguel Ángel Asturias, quien incluso ganó el Premio Nobel, más por sus novelas que por sus poemas, por cierto....).
Mucho se ha dicho acerca de la revalorización del papel del traductor literario. Algunas editoriales, sobre todo editoriales independientes, han intentado darle más visibilidad al traductor —por ejemplo, colocando su nombre en la tapa del libro, junto al autor. ¿Qué tienes que decir al respecto?
Intento que en Fuego del fuego aparezca el nombre del traductor, entre paréntesis, junto al nombre del autor, pero como soy casi el único traductor del blog (el que tiene más traducciones, en todo caso), casi siempre se trata del mismo nombre: el mío.... ¿Por qué entonces tener que especificarlo siempre? Mira que el deseo de aparecer no es necesariamente una prioridad en esta elección. Entiendo esto más bien como una forma de responsabilidad, que es mía..... Traducir es algo tan difícil, me parece, que el error nunca está muy lejos y hay que tener mucho cuidado con cada verso para no distorsionar lo que el autor verdaderamente había querido expresar. Lo que digo puede sonar obvio o banal, quizás.... pero también es cierto que siento el peso de esta responsabilidad más fuertemente como traductor que como autor. ¿Por qué? Porque el autor, el poeta que soy, solo se compromete a sí mismo cuando publica un texto. Y como me gusta burlarme de mí mismo y no soporto la idea del éxito, por no hablar de la perfección..... (la idea de carrera, prefiero ni mencionarla...) no considero un problema muy serio (pero un pequeño problema, de todos modos) el no publicar textos tan geniales como me gustaría. Me permito decepcionar, como Cioran nos animaba a hacerlo, además, con toda la fuerza de ese pesimismo rabioso que tenía y que, lejos de desanimarnos, también puede revitalizarnos, como Erick González señaló una vez, en una entrevista que le había hecho yo mismo. Gustosamente me concedo el derecho de "fracasar mejor", en palabras de Beckett. Por el contrario, "fracasar no tan bien", sí que sería un problema, pero... ¿Qué podría significar eso de: "fracasar no tan bien"? Como traductor, sin embargo, las cosas me parecen diferentes. ¿Por qué? Porque ya no puedo utilizar la posibilidad de reírme de mí mismo como salida. Estoy obligado a ponerme dignamente al servicio del otro... ¿me explico? La carga que llevo en la espalda es pesada, si uno lo piensa bien.... al punto que, a veces, preferiría desaparecer antes que ser visible... para evitar los comentarios de los lectores, del tipo: "tradujiste esa palabra así, pero en verdad era así.... y ahí, yo habría puesto otra cosa. ¿No te parece que has sobre interpretado las cosas en el verso 18? etc." Pero la preocupación por la honestidad intelectual, esa especie de aguijón en mi barriga de treintañero, me empuja de todas formas a poner mi nombre al lado del autor para asumir plenamente las cosas y decir: "¡Ahí tienes! ¡Aquí está la persona responsable de este fracaso que consiste en querer traducir un poema que era perfectamente intraducible!" Una pequeña anécdota, para terminar: hace algún tiempo leí un libro de José Emilio Pacheco, el gran poeta mexicano, traducido al francés por un gran traductor francés, Chevalier de la Légion d'honneur y todo, y noté algunas opciones de traducción, digamos..... "cuestionables" (aquí utilizo un eufemismo, después de todo es un Chevalier), que casi me espantaron, pensando en esta idea de la responsabilidad del traductor hacia el autor, etc. Me juzgué horriblemente pretencioso al ponerme a traducir de nuevo algunos textos (traducidos inicialmente por un Chevalier de la Légion d'honneur) para luego ponerlos en mi blog, pero bueno… ¿qué hacer? Intenté contactar a la editorial para hacérselo saber, pero esta se había hundido desde hacía mucho tiempo.... Así que, en nombre de Pacheco, me dije a mí mismo que era necesario asumir estas nuevas traducciones. Era necesario afirmar esta nueva lectura de sus poemas, en cualquier caso (que es lo que hice). Pero también me sale el tiro por la culata, y soy el crítico criticado... porque también recuerdo que un buen traductor me señaló una vez en Facebook que me había equivocado en mi traducción de un autor chileno, al hacer una interpretación errónea bastante grande en un verso. No solo no dormí la noche siguiente, sino que me levanté para rectificar, reelaborar y reanudar mi traducción inmediatamente. ¡La temporada de Rimbaud en el infierno no es nada comparada con la VIDA DEL TRADUCTOR EN EL INFIERNO! Aquí exagero de forma consciente y asumida (¡no me tomes en serio!), porque llevo viviendo en Marsella desde 2011, y los amigos latinos deben saber que esta es una de las costumbres locales....
Asistimos actualmente a un verdadero “boom” de la traducción literaria, sobre todo en el campo de la poesía, y gracias en gran parte a las redes sociales. Los poetas se conectan, tejen redes, se traducen. ¿Qué piensas de este fenómeno y cómo te sitúas frente a él?
Durante mucho tiempo desconfié de las redes sociales, al punto de negarme a utilizarlas durante largos años, lo que ya no es el caso, al menos a partir de enero de 2016, fecha en la cual empecé a usar Facebook para darle difusión a las publicaciones de Fuego del fuego. ¿Por qué tanto retraso y desconfianza? Durante mucho tiempo consideré que esta hiperactividad en línea alejaba a los cerebros de la concentración y la soledad necesarias para llevar a cabo una verdadera tarea de lectura. El sabroso descubrimiento de un texto literario, su insuperable masticación prolongada, solo tienen sentido para mí en un espacio de alejamiento, de retiro. Un momento extraído de la mezcolanza de nuestras agendas sobrecargadas, donde nos olvidamos un poco de la abundancia y la proliferación de todo. Dejamos de ser solicitados. Empezamos a pensar, a reflexionar en silencio, etc. Si he terminado por abandonar este punto de vista "prehistórico", según algunos, es porque, en un momento dado, me pareció injusto que toda esta riqueza poética de América Latina no se leyera y se difundiera más en Francia. Me pareció lamentable que el círculo de difusión de Fuego del fuego estuviera tan cerrado, así que me arriesgué a abrir un espacio en Facebook para llegar a más lectores y forjar más vínculos entre los dos continentes... entre los tres continentes, de hecho, ya que también tengo un diálogo en Facebook con el cofundador del blog, Erick González, que ahora vive en Phnom Penh, Camboya. Al final, los resultados, dos años después, han sido en general positivos, ya que se han creado más vínculos. Ha habido más conexiones e intercambios más ricos. Pero cuidado con la cantidad, igual... El número de textos publicados cada día es asombroso. ¿No corremos el riesgo de ahogarnos? ¿Cómo puedes digerir tantos poemas? ¿Cómo leer verdaderamente todo, masticarlo todo? Sigo convencido de que debemos tener cuidado con todo esto y saber cómo utilizar estas herramientas con cautela y parsimonia. Nada supera a la tranquilidad de confrontarse con un libro que se encuentra al azar en una biblioteca, lejos de los ojos, lejos de las multitudes... aun si quizás esté bien que el poeta moderno sea también esquizofrénico, en el fondo: retraído y ultra-conectado todo el tiempo, debe encontrar el difícil equilibrio entre esas dos cosas, esos dos extremos.... mientras que el traductor, por su parte, tiene toda la razón al utilizar todas estas nuevas tecnologías para hacer circular los poemas por todo el mundo, para tejer redes, para unir mundos. Lo importante es no postear demasiado.... hacerlo cuando sea realmente necesario, para poder regar la planta sin ahogarla.
En una entrevista realizada a Laura Valeria Cozzo, Camilo Bogoya resaltaba que para algunos traductores latinoamericanos la traducción era también un acto político, una forma de resistir a la hegemonía editorial de España. En cuanto a Francia, podría afirmarse lo mismo. Es decir, el trabajo de algunos traductores como una forma de resistir a la hegemonía de las grandes editoriales francesas. ¿Qué puedes decirnos al respecto?
Para empezar, debo admitir que me resulta difícil responder de manera precisa a esta pregunta, porque mis conocimientos en tanto francés (alguien que vive en Francia) son, creo, limitados, en cuanto a esta "hegemonía editorial española" de la que me hablas. ¿Se debe poner al mismo nivel que mi sentimiento de resistencia "provincial" contra las grandes editoriales parisinas, locas por las novelas bien formateadas y financiables porque saben disertar con maestría acerca del último tema social debatido en la televisión durante el prime time? Probablemente sí, pero tendríamos que seguir discutiendo acerca de esto para que pueda decirte si las cosas pueden ponerse al mismo nivel.... (Continuará) En cuanto al "acto político" como tal.... el acto de resistencia a través de la traducción (o la escritura) contra el peso de las grandes estructuras capitalistas existentes... Yo te respondería que es más o menos el caso, solo que a fuerza de trabajar haciendo lo que hago… a fuerza de levantarme a las cinco de la mañana para hacerlo..... Bueno, la verdad es que ya ni siquiera necesito un despertador, o preguntarme por qué hago lo que hago, o quizás solo me lo pregunte de una manera más bien cómica, tal es la sensación que tengo de haberme convertido en una hormiga trabajadora frente a un volcán todopoderoso que ni siquiera me advierte lo suficiente como para pensar en aplastarme – lo que no quiere decir que no le encuentro sentido a hacer eso que hago, eso que hacemos, eso que estamos haciendo. Es solo que la conciencia del fracaso está tan profundamente arraigada en mí que me veo obligado a reír de cualquier ilusión romántica y pasajera, si entiendes a lo que me refiero… (Consciencia del fracaso y al mismo tiempo de un cierto pesimismo tenaz en cuanto a la evolución futura del ser humano, aunque soy consciente de que se trata de un tema que por sí solo merece una conversación más larga, por lo que preferiría seguir siendo alusivo, por el momento....). Presentar lo que hacemos como un acto de resistencia contra el sistema, vestirse con atuendos dramáticos y con la bufanda de un luchador de la resistencia, ciertamente son tentaciones reales y socialmente valoradas, pero ¿cuál es la relación entre traducir o escribir textos actualmente en Francia y gritarle al dirigente fascista de su país "hijo de puta", como pudo hacerlo por ejemplo Arce, forzado al exilio en aquel tiempo? Quiero decir que resisto, pero que estoy lejos de ser el poeta guatemalteco Otto René Castillo, que se había comprometido militarmente contra el régimen fascista dentro de las tropas marxistas y que lo pagó con su vida y la de su compañera, ya que ambos terminaron siendo torturados hasta la muerte durante cinco días.... Es cierto que resisto publicando textos en Blogspot, dedicando un número entero de la revista Nouveaux Délits a la poesía guatemalteca actual (infinitamente agradecido con la poeta Cathy Garcia por proponérmelo, cabe decir), publicando un libro bilingüe en colaboración con el fotógrafo Nicolás Guyot, combinando sus furiosas pinturas fotográficas con traducciones llenas de azufre, con muy pocas posibilidades de interesar a las principales editoriales, sean de donde sean; pero la palabra "resistir", desde la Segunda Guerra Mundial, en Francia, ha alcanzado tal estatura, tal honor, que temo devaluarla aplicándola a tareas tan modestas... Dicho esto, y una vez que se han tomado las precauciones necesarias con respecto al lenguaje, sí, es cierto que el problema sigue siendo el mismo: hay que elegir entre disolverse en el alcohol de cualquier bar o encontrar la fuerza en los bronquios para seguir "resistiendo", de una u otra manera.... "We insist!", decía ese baterista fabuloso, Max Roach, cuyos ritmos me acompañan a diario, y es cierto que a fuerza de insistir, de exagerar, de encarnizarse, a veces nos sucede que vemos la mirada deslumbrada de un estudiante de secundaria de los distritos del norte de Marsella, frente al poema de una autora salvadoreña, que de otra manera jamás habría podido tener la posibilidad de conocer.... Esto me sucedió varias veces, en mi trabajo como profesor en barrios vulnerables, y debo decir que a cada oportunidad fue tan intenso que bastó para destilar en mí la energía necesaria para continuar.
Históricamente, y de manera muy general (incluso caricaturesca), puede decirse que existen dos puntos de vista frente a la traducción de poesía. Están aquellos que, como Robert Frost, pensaban que la poesía “desaparece al traducirla”, que es “lo intraducible por excelencia”. Y también están aquellos que, como Octavio Paz o Borges, no solo sostenían que era posible, sino que nos legaron grandes traducciones. ¿Qué opinión tienes acerca de estos temas?
Yo diría que la cuestión es saber si uno adopta una visión trágica o cómica frente a este problema. Si consideramos las cosas de manera absoluta (y por lo tanto, necesariamente trágica), caeremos inevitablemente en esa retórica de Lo Imposible, con mayúscula, Lo Intraducible, con mayúscula también, y acusaremos a los traductores de destruir la poesía, de corromper su esencia, etc.... pero, después de todo, ¿no podríamos considerar las cosas de una manera menos sentenciosa y oscura? Por supuesto, siempre se pierde algo cuando se traduce poesía, eso es seguro. La musicalidad de un idioma no puede ser trasladada a otro, esto es verdad, pero ¿qué traductor pretendería lo contrario? ¿Qué traductor de poesía diría que ha llegado al núcleo sustancial del texto al punto de verterlo en otro idioma con una pureza mágica capaz de exhalar su esencia? Voy a darte mi punto de vista directamente, sin desviarme: traducir poesía, para mí, siempre es hacer un poco de bricolaje, en el sentido de que siempre estamos conscientes de que algo falta... que nos hemos saltado algún sonido o alguna cuestión semántica, pero bueno.... ¿Cuál es el objetivo que nos fijamos? Ese es el problema. Si nos fijamos el objetivo de Lo Absoluto, entonces no, no lo conseguiremos, estamos perdidos; si bajamos un poco la barra de nuestras ambiciones diciéndonos que la traducción nunca es más que un pontón (un puentecito) que permite al lector acercarse un poco más a un poema cuya asombrosa e incomparable belleza solo tocarán una vez conozcan la lengua original.... entonces ya las cosas parecen más humanas y cercanas a lo que hacemos, proponiendo siempre el texto original junto a la versión traducida: intentamos que las personas que no hablan esta lengua den un paso hacia la belleza de un texto, entendiendo que solo llegarán realmente al final del significado, del sonido, de la forma, al aprender la lengua extranjera del autor. No hay mentiras ni engaños con respecto a la mercancía. En ningún momento hemos pretendido nada. Somos improvisadores de traducciones, eso es todo. Improvisamos a diario para hacer llegar las cosas (y funciona bien, la gente reacciona positivamente a las traducciones). ¿En nombre de qué despreciaríamos este esfuerzo? ¿No hay algo molesto en esta Aristocracia Absoluta del Texto con una T tan grande que nos aplasta en lugar de invitarnos a ir hacia él? Hay textos que son muy difíciles de traducir, eso es seguro, pero también hay algunos que son más sencillos (quizás más inmediatos en su formulación) y que soportan muy bien su viaje hacia el francés. Esto es cierto, y existe siempre un gozo renovado al ayudarlos a migrar.
¿Una traducción que nos recomendarías?
Me gustaron mucho los poemas de la poeta uruguaya Cristina Peri Rossi, traducidos por el francés Stéphane Chaumet en su excelente blog Seule la voix demeure. Pueden leerse en el siguiente enlace: seulelavoixdemeure.