
No sé si quiero renunciar
a mi dentadura
a mis huesos fuertes
a mi cabellera brillante
a las pocas dioptrías que me quedan
a la piel firme y entera de mi estómago.
No sé si quiero perder el dominio sobre mi vejiga y
tener que andar todo el día comprimiendo unas bolas
chinas en mi interior
para evitar el pañal para adultos.
No sé si quiero renunciar
a mi silencio
a mi alimentación improvisada
a las noches en vela por un libro o un amante
a mi habitación limpia, con olor a lavanda,
a mi sueño en fin de semana, profundamente invernal.
No sé si quiero vivir a través de alguien,
cuando mi vida me basta bien.
No sé si soy tan generosa.
No. Diría que no lo soy. No aún, por lo menos.
Quizás no sea mamá.
Quizás no traiga a nadie nuevo a este lugar extraño para
que también,
si me sale mujer,
tenga que plantearse todo esto.