
PRIMER AMOR
TOTO EL TOTO
Ahí hay un hombre, cuarentón, delgado, morocho, me mira fijo. Cuando lo miro, no mira para otro lado. No sé nada, perturbado, me sonrojo, se me para la pija. Tiene un aire depravado que me hace entender todo.
Puesto de librería, hojeo cualquier libro. Lo miro sin miedo porque su sonrisa despreciable y conquistadora lee en todo mi cuerpo que le pertenezco. Sus ojos me dicen que siga sus movimientos. Clavo la mirada en su pantalón de franela gruesa. Toca el lugar donde está su pija. Eso le gusta. Estoy a unas pocas cuadras de mi madre, mi habitación, mi infierno. Sin embargo, lo veo tocarse la pija, sus ojos en los míos. Mi corazón late fuerte. Tengo miedo de que esto termine, de que nos vean. Entre el mediodía y las dos de la tarde hay miles de personas que pueden vernos, pero estamos solos en el mundo. Es casi romántico. Primera historia de amor.
Me sigue como si nada, sin vergüenza, intrépido. Miro fascinado su mano. Se me para como nunca. Me gustaría pensar que, de noche, cuando esté solo en mi balcón, él levantará la cabeza y mirará hacia mí. Me olvido de la hora, me olvido de la escuela. Su mano sobre su pija, su mano sobre su pija, sus ojos sobre mí. Sobre mí. Como si tuviera un anzuelo, sabe que me tiene enganchado de la boca y el corazón. Me detengo y no quiero que desaparezca. Ya casi cerca, me indica que salga de la calle principal. Sigo su mano que se toca la pija. Primera vez que no miento, o no tanto. Pantalón gris, saco azul marino, rulos blancos y negros, entra en un edificio. Entro detrás de él. Montaña rusa, gran salto, la locura. Nada es racional. ¿Soy yo el que sigue a un viejo que se toca mientras me mira? ¿Es a mí al que se le para como loco con la sola idea de ver su pija, de tocarla? ¿Soy yo el gran puto depravado?
Me habla. Oídos tapados, no puedo escuchar, solo puedo sentir. Quiere que entremos en el ascensor —suite nupcial—, para consumar, para protegerse también. No podemos actuar con libertad. Ir de la mano, besarse, amar o fingir; siempre hay un cerdo preparado para abuchear, patear y agredir. Somos los pervertidos, los peligrosos, somos sucios y vergonzosos, por eso tenemos el hueco de la escalera. Cierro la puerta del ascensor. Él presiona el botón del piso más alto. La puerta que se cierra, al fin solos, mi amor. Avanza seguro. El espacio se reduce. Pone su mano sobre mi pecho. Tengo tetas porque estoy gordo. Tengo tetas y tengo una vergüenza tan grande que ya no me pongo remera sin saco, desde hace años que muero de calor en el verano. Los otros chicos son delgados, todos se muestran, todos son hermosos. Yo siempre tengo frío, sobre todo cuando el sudor se desliza por mi cara. Estas tetas son lo primero que toca suavemente, de forma descarada. Me ve de verdad. Se acerca para besarme. Llegamos hasta arriba, último piso. Ya. Presiona el botón. Bajamos de nuevo. Todavía acerca su boca a la mía. No en la boca, le digo, como en J’embrasse pas, la película donde el hetero que se prostituye en París se enamora de una prostituta. El proxeneta de ella lo termina violando. Miro la escena en loop en el VHS, es mi primera escena de sexo homosexual. A escondidas, y lo lamento por la violación. Cuando no se tiene nada, se toma todo. No insiste mi esposo, mi amante. Deja su mano sobre mi pecho reivindicado, pone su otra mano en mi cola. La presiona y su sonrisa se acentúa. No puedo más, pongo mi mano ahí donde puso su mano para pegarme a él. Su pija, su verga, la siento dura bajo la tela gruesa de sus pantalones. Es la primera vez que siento una pija dura debajo de unos pantalones. Froto, mi mano va y viene, quiero verla, que aparezca. El ascensor llega de nuevo, esta vez a planta baja. Él insiste en que volvamos al 6to o 7mo. Busco su bragueta, tan fina que no es fácil de encontrar, difícil de bajar. Su miembro tensa la tela. Consigo bajar el cierre y veo un slip color dentífrico. Me mira hacer, orgulloso de lo que voy a encontrar. Tengo su pija en mi mano. Es hermosa, recta, circuncisa. La miro como a un tesoro. Me gustaría acariciarla con mi mejilla, mecerla durante horas. Potente, dura, muy dura, llenarme la boca con ella, pero no puedo. Lo masturbo, como uno se masturba, mecánico. El ascensor llega hasta arriba. Frenético, salgo del ascensor. Fin de la luna de miel, ya tuve bastante. ¿Es posible, entonces, que una pija que se ofrece, una pija que toco, se ponga dura gracias a mí? Creo que voy a desmayarme, gritar. Estoy loco, abandonado a medio camino entre mi casa y la escuela y una pija dura. Mi paraíso a unos centímetros de mi boca, es demasiado. Él me sigue por la escalera mientras bajo. Me pide con ternura que se la chupe un poco. Me ahogo. Fin de la historia de amor. Saca nuevamente la pija de sus calzoncillos a rayas blancas y verdes. Quiero, quiero. Mi sueño, mi liberación, me niego. Mi padre la calle el canal TF1 la vergüenza la Historia los católicos los heterosexuales, todos me ganaron. Débil, le prometo que nos vamos a volver a ver. Le propongo salir un día cualquiera. Recuerdo que tengo que ir a la escuela. Tengo clase de inglés, I have got english class. Me acomodo el saco. Camino lento por la calle. Todavía nunca besé a nadie.
Traducción de Andrea Franco.

Toto El Toto. Nacido al final de la época disco y al principio del punk, Toto, escritor por defecto, editor clandestino, y sobre todo anarquista por necesidad, debe llevar a cabo los destinos de su hermandad burguesa degenerada. A pesar de su pequeño tamaño y su anormal sexualidad, lucha por enderezar las líneas y no huir a las profundidades del maquis. https://totoeltoto.noblogs.org/

Andrea Franco (1991) nació en La Habana, Cuba y fue criada en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Licenciada en Letras de la Universidad de Buenos Aires y estudiante de la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional Tres de Febrero, se formó también en diversos talleres de escritura con profesores como Diego Paszkowski y Félix Bruzzone. Sus cuentos 6,21, Salida de emergencia y Milhojas han sido publicados en plaquetas y antologías de nuevos narradores. En el campo laboral, se desempeña como correctora y editora independiente y, desde 2016, coordina talleres de escritura creativa en su domicilio particular. En sus ratos libres, es violinista de tango y organiza ciclos de literatura y música como JamOn, Geisho y La Invitada.
