
Hay cosas por hacer
Hay cosas por hacer, digo yo.
En nuestro mundo (nuestro mundo), es increíble la cantidad de cosas que hay por hacer.
Dan vértigo tantas cosas por hacer.
Puntualizo: hacer = interesarse por (mínima implicación)
actuar para (implicación media)
tomar la iniciativa de/crear (máxima implicación)
Se puede combinar el nivel de implicación según nuestra motivación y, sobre todo, según nuestra capacidad energética. Hay, en todos los casos, cosas por hacer.
Además, está mal visto no implicarse en nada. Se considera necesario practicar al menos la implicación mínima (interés) en pos de una realización personal y una integración social. Existen bastantes posibilidades (en el campo del ocio o de la cultura, por ejemplo, yendo a lo más simple) como para no interesarse por nada.
Hay cosas por hacer, entonces, para todas las edades, para todos los bolsillos, para todas las discapacidades, y con grados de intensidad emocional adaptables a cada uno.
De todas formas, si uno no hace nada, uno es atípico y eso es desagradable para todo el mundo.
—¿Qué haces?
—Nada
Esa no es una opción, de verdad que no.
Hacer nada = ser idiota, una larva, un adolescente retrasado, incluso un delincuente (es precisamente no haciendo nada que uno hace daño).
Y sin embargo, todo el mundo sueña con No Hacer nada.
No hacer nada, es decir dormir.
Dormir, es decir, estar casi muerto.
Hacerse el muerto.
“En este momento, se está haciendo el muerto”. Ha cortado el contacto con el exterior. Ya no responde a la pregunta “¿qué haces en este momento?”
Y es precisamente por:
-
el exterior/ integración social (para no ser tomado por un delincuente)
-
la muerte (que, en su aspecto definitivo, nada tiene que ver con dormir)
que hay cosas por hacer y que el hombre hace.
Una vida llena, hasta la médula.
He crecido
He crecido.
He ganado algunos centímetros últimamente. ¿No te parece? He avanzado mucho. He dado un salto hacia adelante. He dado un estirón, como dicen. He subido un peldaño, en cierto modo.
No sé si he crecido porque he subido un peldaño, o si he crecido antes, al pie de la escalera, y eso me ha permitido acceder al siguiente escalón.
Estas historias de causa y efecto son siempre misteriosas. Permanecen en suspenso. Uno hurga en su cabeza sin saber en qué sentido los acontecimientos se producen (en este caso puntual de dónde viene mi crecimiento repentino) y luego uno se dice que para qué. De qué sirve un pensamiento riguroso.
Siento que he crecido, es suficiente ¿no?
Ahora me pregunto si es posible empequeñecer, si he conseguido estos pocos centímetros de manera definitiva, o no.
Conozco este nuevo escalón desde hace muy poco tiempo. Quizás es resbaloso. ¿Voy a tener que usar suelas anti deslizantes toda mi vida? Además, tengo que seguir subiendo.
Me encantaría ser un gigante.
¿Crees que hay forma? Formas de crecer todavía. De que esto continúe. De que esto no se detenga. No hablo de un avance rápido, no tengo prisa. Nunca me apresuro, de lo contrario me caigo. De cabeza. No quiero caer cabeza abajo, quiero crecer cabeza arriba.
Cuando era pequeña me sentía bien, no me molestaba, pero después de estos centímetros de más me gusta mucho crecer. ¿A ti no?
En cualquier caso, no se puede pedir por encargo hacerse grande. Para tu cumpleaños, por ejemplo, y esa es la ocasión soñada, no puedes pedir hacerte grande. Nadie puede regalarte eso. Y es una lástima.
Si fuera posible, yo regalaría eso. Me gustaría mucho regalar hacerse grande.
Pero si es un regalo que no se puede hacer, entonces es quizá porque no existe. Inventamos lo que nos permite avanzar, es una mentira que nos decimos. Entonces no he crecido. He creído.