
mosca
En este racimo de dolores
que me infecta y sujeta
quedo muy dentro de un gran pozo
de nada
de aire
de inservible sentir.
La fragilidad de la existencia
es un chiste de mal gusto.
Somos fósforo agonizante
en un vacío oscuro e infinito
y por contraste: la esperanza
(que es un grito mudo).
En esta habitación inundada
floto sobre un colchón roído.
Dejo que la puerta se rompa;
presenciando la belleza
de una tormenta
avisada.
El sol no existe, no quiero que exista.
No quiero la luz si no es para calcinarme.
En otra vida fui una mosca que se suicidió
antes de cumplir su tiempo
aunque fuera
tan solo
un día.
la «ciudad del futuro» no es cyberpunk
Alcantarillas tapadas.
Olor a mierda cerca de los ríos.
Olor a mierda cerca de los mercados.
Olor a mierda cerca del relleno “sanitario”
y un montón de carros sobreponiéndose
insultándose, retándose, hastiándose
mientras la lluvia se los va llevando.
No hay pantallas gigantes ni hologramas,
sino un montón de vallas que te joden la vista
y gente que te pasa empujando.
De repente te matan en un semáforo,
o cuando vas a la tienda,
o cuando vas para el trabajo,
o cuando visitas a tu familia,
en fin, te podés morir a cualquier hora.
Tampoco hay androides ni tecnología avanzada
(a menos que vivas en zona 14 o vayas a Cayalá).
En esta ciudad se respira sangre, frustración,
y se le arruga la cara a la gente del puro estrés.
Si se hiciera una postal de la ciudad del futuro,
se vería como la distopía más maldita
que ningún autor de ciencia ficción podría imaginar,
con la diferencia que esta mierda es real.
Pero al menos hay pasos a desnivel y empleos.