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Cajta de cartón
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1. Embobinar

Un buen día, una mujer generosa tuvo la muy loable intención de tejer medias para los pobres. Se ponía manos a la obra; pero después de algunas horas de trabajo, abandonaba su tarea con el pretexto de que la lana que utilizaba no abrigaba lo suficiente. Luego elegía otra lana que también descartaba en seguida con el pretexto de que el color le parecía demasiado fácil de ensuciar o poco agradable. Mientras avanzaba, a fuerza de revisar una y otra vez sus impresiones, producía trozos de medias inusables, que no se parecían a nada que se hubiera visto antes. Todo lo que sus composiciones lanosas iban ganando en originalidad lo iban perdiendo en eficacia caritativa. Sin embargo, mientras los pobres se impacientaban y ella intentaba explicarles el porqué de los incesantes cambios de colores y de lanas, entre todos iban compartiendo una experiencia y creando una historia en común. En lugar de ofrecerles medias, ella les daba algo de sí misma, de su tiempo, y compartía sus vacilaciones. A falta de darles un poco de confort y calor, ella los embobinaba, entretejiendo sus debates sin fin sobre las tonalidades y los tipos de lana. Unas semanas después ya nadie sabía cuáles eran sus verdaderos móviles, sus ambiciones reales, pero todo el mundo la conocía tan bien que cada uno había podido construir una relación auténtica con ella, hasta el punto de que todos, más o menos, apenas si la apreciaban.

 

 

 

2. Elegir

En tiempos en que los deseos aún se hacían realidad, una joven recibió la visita de un joven que antaño había sido su amante. Después de una cena con mucho alcohol, aquel había partido a la aventura durante una buena parte de la noche hasta tocar el timbre de su ex amante, a quien declaró, apenas ella hubo abierto la puerta: “Mi amada, te he buscado, eres la verdad que he soñado, mi vida es tuya, acuéstate justo aquí, a mi lado”. Ella tenía motivos en ese entonces como para imaginarse que él quería hacerle bien, a la vez que tendía a inferir que todo eso podía terminar haciéndole mal. Después de aquello, él le propuso que abandonara a su marido y a sus hijos para reanudar su antigua relación allí donde la habían interrumpido, incluso si las percepciones de uno con respecto al otro podían diferir relativamente con respecto a aquel tiempo en que estas se habían interrumpido.

Cabe señalar que, en términos generales, todas las resoluciones que se toman acarrean resultados psíquicos que invitan a reconsiderar de otra forma, y mejor, tales resoluciones. Son muchos los y las amantes que se dan cuenta, tarde en el amor, que si cuando eran jóvenes hubiesen sentido lo que sienten ahora, entonces habrían amado lo que no amarán. Pero como hay pocos enamorados que se detienen a pensar que sentían lo que no sienten, en lugar de ir hacia lo que aman, no lo aman. Es en virtud de esta ley de autoviraje de 180 grados de las resoluciones tomadas que, al momento de elegir, algunos prefieren dirigirse afanosamente hacia el abastecimiento de una dinámica permanente de toma de decisiones y, a tales efectos, siempre reproducida de forma provisoria. 

La joven amaba demasiado a su marido como para abandonarlo, pero amaba demasiado a su amante como para abnegarse. En lugar de entrar en detalles y como para no buscar simplificarse la vida demasiado, respondió al instante: “Mi amado, me has buscado, soy la verdad que has soñado, mi vida es tuya pero esta noche me duele la barriga, hablemos mañana”. Una simple indisposición le permitió entonces aplazar un poco la delicada decisión. Al día siguiente, fiel a la ley de autorresolución de los virajes de 180 grados, el joven volvió a beber muchísimo. Tocó el timbre de la joven, quien esta vez no pudo levantarse de la cama para abrirle, ya que su malestar no había hecho más que empeorar desde la víspera. Ella gritó a través de la puerta: “Mi amado, no me puedo levantar, vuelve mañana y tomaremos una decisión”. La pequeña indisposición le permitía así a la joven conservar día a día sus múltiples amores. La noche siguiente, recibió por parte del joven el siguiente mensaje: “Mi amarga, te voy a bubuscar, la verdad que has sonado, mi pija es tuya, vale la pene que me vaya hasta allá?”. La joven no pudo responder a este mensaje porque su dolor de barriga de ahora en más la había inmovilizado totalmente. Se volvió a dormir aliviada, cerca de uno de ellos y soñando con el otro.

 

Así, bien manejada, la duda encarnada permite protegerse de las elecciones precipitadas. Y eso se aplica a los gestos más cotidianos. Cuando nos bañamos en un río, por ejemplo, solemos sentirnos un poco prisioneros. O nadamos en el sentido de la corriente, o nadamos a contracorriente. La trémula superficie del agua parece decirnos: “Debes elegir entre y no”. ¿Eso implica que entonces no debemos bañarnos más? Y bueno, por qué no.

DOS CUENTOS DE 

TRADUCCIÓN DE

Petits contes - EMBOBINER
Petits contes - CHOISIR
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