
Shirley Villalba
Pende de un hilo la muerte
Casi siempre estamos a punto,
de volver a la vida.
Sangramiento
Entré en la espina.
Y mi aroma se clavó en su sangre.
Y goteé la rosa.
Falling in love
Las palabras se abren, como se abre una trampa,
como se abre una flor.
Yo caigo en ellas sin palabras,
como cayendo al amor.
Quejidos
la noche ladra mi nombre como un perro que extraña a su dueño
como un perro que aúlla su hambre
como un perro sin casa
así, me ladra la noche
Giselle Caputo
Desierto
Con los ojos cerrados
hemos caído tan adentro
que nos costará remontar el vuelo,
volver a la llovizna,
agarrarnos el vestido, los pantalones,
atravesar los charcos,
querer como antes,
entendernos con agua,
sin túnel,
abrir la boca
para decir humedad
(sin título)
Te acordás todavía.
llovizna borrosa:
la tierra roja
sobre el guardapolvo,
el sudor bajando
por el rostro de tu madre,
su expresión de espanto
contra tus ojos
que reclamaban algo de ella
que no fuera agua,
vapor
o viento
Patricia Cabrera
Canto (o no) III o: La espina cotidiana
Para no tener problemas con que se me enredara en el cabello, preferí rapármelo antes de coronarme con las espinas alrededor de la cabeza. Los quehaceres cotidianos no difirieron: antes de cepillarme los dientes me coronaba; iba al mercado o al trabajo con ella puesta; le daba de comer a los gatos mientras me la acomodaba y secaba las gotitas de sangre entre las cejas.
La corona de espinas florece en vísperas de la somnolencia en noches sin manecillas que se niegan a perecer, cuando la domesticación se hace endeble. La corona de espinas florece cuando recuerdo mis ahogos, cuando la sangre quema demasiado como para no dejarse.
Aída Risso
(sin título)
Viene gente en bolsas
opinan o festejan
Crujen
Se trasladan así por costumbre
apretujados
con las membranas
las mucosas disecadas
No sienten temor de romperse
La impudicia a la cercanía
hace que sean de orgías las posiciones
pero esto no interrumpe ninguna conversación
que no se recuerda dónde ha comenzado
y que nadie terminará
(sin título)
calentar los dados con las manos
cerca del oído y por mucho tiempo
no es asegurar el número
sino favorecer la fricción
al retardar su evidencia