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Cajta de cartón
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OFRECER UN ACONTECIMIENTO

es algo que hacen las cámaras.

Funciona de la misma manera que una analogía.

Una muerte se desvanece por los bordes

como los haces de luz que van y vienen de una tarde de sábado

a los objetos impresos sobre papel

a su propio acontecimiento

donde nada, salvo la emulsión de plata, sonríe

en algún punto del 2008.

S. MIRA A LA CÁMARA.

La pared al fondo es lo único literal.

 

En una analogía el desplazamiento sucede entre significantes:

 

S. recostado contra la pared no es la muerte de S.

 

son significados distintos

como lo son las fotografías y los fotones de luz.

 

Pero es una imagen.

 

Cuando la muerte de S. no puede distinguir entre un acontecimiento

y el acontecimiento de la imagen del acontecimiento

 

un vaho parte la arquitectura lírica y esta chilla de avidez.

 

Arquitectura es producto de un error cognitivo:

 

pienso en la mejor forma de hablar sobre una muerte.

 

Cada intento de hallar la mejor forma piensa menos en hablar acerca de una muerte.

 

El movimiento, el material

 

no los sustantivos, sino los pequeños retrasos donde S. puede ser cualquier cosa.

 

Y si no imagen, puede ser ruta Buenavista

o canciones de Eskorbuto.

 

No recuerdo que la banda me gustara del todo y al encender la grabadora para escucharlos de nuevo, años después, lo confirmo.

 

Pero en el 2008 fue una vía hacia la experiencia.

 

La voz de S. irrumpe hinchada de oraciones propias

y versos de otros

 

canciones en desorden:

 

no lo pienses/ no lo dudes/ altos hornos de nuestra ciudad/ mirarás las fachadas/

llenas de mierda/ llenas de mierda/ desde Santurce a Bilbao/ vengo por toda la orilla//

 

No estoy seguro de entender lo que para él significaba la mezcla de palabras, a pesar de todo, el desfase de sentido permanece intacto cuando escucho de nuevo la distorsión en las bocinas.

 

Mirarás al cielo y verás una gran nube sucia

incapaz de distinguir.

 

CÓMO ES VISCOSA LA TELARAÑA DE LOS HECHOS.

En ella uno siempre queda por estar a merced de las combinaciones. De ahí que en los días de invierno sea posible flotar en la oscuridad violeta que resbala de la boca hacia el torso.

 

No podía mirar hacia abajo.

S. apretaba los anulares contra los párpados.

 

Nariz fracturada. El carrusel que formaban los puños de la policía finalmente se desvaneció. Aunque intentaron ponerlo de pie, cargándolo a ratos, el cuerpo de S. caía completamente flácido.

 

Orines en la caja de la perrera.

 

Es un simulacro cruel describir.

 

Digamos que su madre está en el asiento trasero de la patrulla.

Y que todo se arregló con el cobro de una deuda.

 

Inconsciente y a salvo 15

posible si tomas en cuenta sus delgadas extremidades.

 

Apretaba los párpados.

Con los puños en el rostro se proponía salir corriendo, pedir ayuda.

 

Golpes cruzados con mañas de pies y manos

Llegamos a la violencia por una discusión en la que ninguno pensaba ceder.

 

Todo junto, su torso, sus extremidades.

 

Un hecho puro

esa mancha violeta

 

Imagina lo lejos que habría podido llegar.

 

EXTIENDO LA MANO Y PRESIONO EL BOTÓN DE PLAY.

Pienso en el transcurso de los días antes de saber que S. había muerto.

Días cuando el tiempo desertó y emergió el tiempo presente.

 

Los casetes viejos, sobre todo las copias, tardan un poco en lanzar el primer acorde. Esto sucede porque las capas que forma la cinta al estar enrollada se apelmazan con el paso del tiempo y la acumulación de polvo.

 

Si es el caso, como ahora, me gusta mirar a través de la tira de plástico transparente ubicada en la parte frontal del aparato: confirmo, funciona.

 

Gira la materia de la máquina sumada a la cinta magnética.

Resistencia y fricción entre dos realidades distintas. Las imperfecciones microscópicas entre ambas superficies debilitan la fuerza del sonido.

 

Ya casi nunca voy a conciertos de punk.

 

Con los años, quedé afuera, en silencio, como orina que sirve de telón de fondo a una escena que se deja ir.

 

Me he comido las orejas/ y de postre un ojo/ ayer comí los dedos/ la polla y mis dos huevos/ míreme doctor que mal me encuentro/ como una rata rabiosa de dolor//

 

la segunda estrofa de la canción que estoy escuchando.

A veces, para observar, pongo algo en el camino. No una cosa grande que interrumpa, pongo una cosa minúscula entre los pliegues del carrete, sólo para observar, una cosita que fácilmente podría ser eludida rodeándola o pasando por encima de ella sin tener que levantar mucho la cinta.

 

A veces me pongo a mí y mis amigos.

 

A la glorieta de los Insurgentes, el parque Río de Janeiro.

 

Pongo un cuchillo y miro a ver qué hace

 

cómo se las arregla.

CUATRO POEMAS DE

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